1- Resumen de
la técnica:
Ámbito de
aplicación:
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Comprenden un
conjunto de técnicas que utilizadas individual o colectivamente pueden
aplicarse en gran diversidad de situaciones y trastornos. Se ha utilizado
ampliamente en educación, en trastornos graves de conducta (autismo, retraso,
esquizofrenia, etc.) y también en el mundo de la salud y el deporte, entre
otros.
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Edad:
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Abarcan todos
los niveles de edad y cursos escolares. Especialmente útiles en el ámbito de
la educación especial.
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Puntos
fuertes:
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Técnicas muy
concretas, centradas en el aquí y ahora. Basadas en el análisis funcional de
la conducta y su modificación. Ideal para entornos educativos donde se
necesiten respuestas inmediatas para controlar ciertas conductas.
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Limitaciones:
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Las técnicas
actuan sobre la conducta manifiesta y no tienen en cuenta otros factores como
los emocionales, genéticos o ambientales que pueden ser también origen de las
conductas disruptivas.
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2- Fundamentos
teóricos
Podemos afirmar
que métodos operantes han existido de una u otra forma a lo largo de toda la
historia y, probablemente, se retrotraigan a épocas prehistóricas, cuando los
humanos se dieron cuenta, por primera vez, que podían controlar la conducta por
medio de la recompensa y el castigo.
No obstante, el
estudio científico de la recompensa y castigo empezó con los estudios de Edward
L. Thorndike (1.898) sobre el aprendizaje animal y su conocida Ley del Efecto.
Otros autores
como Watson, fundador de la escuela psicológica del conductismo (1.913), o el
propio Paulov con el Condicionamiento Clásico (1.927)contribuyeron en gran
medida al conocimiento de los principios fundamentales del aprendizaje que
habían de aportar luz sobre como se instaura y modifica la conducta en los
seres humanos.
Fue, no
obstante, B. F. Skinner (a partir 1.938) quien formula los fundamentos
conceptuales y empíricos de los métodos operantes a partir de los principios
del Condicionamiento Operante o Instrumental.
Los
procedimientos operantes se preocupan por aumentar, disminuir o mantener la
conducta en situaciones particulares. La conducta se define como algo que hace
un individuo y que puede –al menos en principio- medirse y, por tanto,
verificar tras la intervención el posible éxito de la misma.
3- Procedimiento
básico
La mayoría de
los programas de condicionamiento operante, en general, se componen de los
siguientes pasos:
1º- Identificar
la conducta objetivo que ha de aumentar o disminuir
2º - Registrar la
conducta tan objetivamente como sea posible, estableciendo una línea base con
respecto a la cual evaluar los efectos del procedimiento.
3º- Introducir
un programa creado para producir el aumento o la disminución deseados en la
conducta.
4º- Modificar el
programa si no ocurre el aumento o la disminución deseados en la conducta.
5º- Asegurar la
generalidad del cambio de conducta; es decir, que el cambio ocurra en el lugar
escogido, que se generalice a otras conductas deseables y que continúe o se
mantenga después de la terminación del programa.
Un programa
operante implica el aplicar procedimientos que la investigación y la teoría
indican que probablemente serán efectivos. La mayoría de estos programas, tanto
en el ámbito clínico como en el escolar, comprenderán una combinación de los
procedimientos que se detallan a continuación, de manera que se adapten de la
forma más eficaz para tratar con el problema a que nos enfrentamos ya sea un
individuo o un grupo.
Podemos agrupar
los diferentes procedimientos en dos grandes grupos:
a)
Procedimientos para aumentar la conducta
b)
Procedimientos para disminuir la conducta
4-
Procedimientos para aumentar la conducta
El uso de
Reforzadores:
Por reforzador
positivo entendemos cualquier estímulo que aumente la probabilidad de una
conducta o respuesta a la que le sigue temporalmente.
Se trata, pues,
de aumentar conductas positivas o deseadas (estudiar, obedecer al maestro, no
hablar en clase...).
No está
especificado el tiempo que tiene que tardar el reforzador en seguir a la
respuesta con el fin de aumentar su probabilidad de ocurrencia; sin embargo,
normalmente se supone que la efectividad de un reforzador decae rápidamente
conforme aumenta el tiempo que transcurre entre la respuesta y el reforzador.
Esto es especialmente cierto a medida que los niños son más pequeños o
presentan déficits cognitivos más severos (retraso mental, autismo, etc...).
Un reforzador
puede ser verbal en forma de halago (“lo has hecho muy bien”; “estoy muy
contento de tu comportamiento”...) o puede concretarse con la entrega de algún
objeto del agrado del niño (golosinas, pequeños juguetes, cromos, etc.). Muchas
veces no es suficiente sólo con las palabras pero éstas siempre deben acompañar
la entrega de un reforzador.
En clase, la
entrega de reforzadores debe estructurarse ya que se suelen introducir para
controlar a los niños más problemáticos pero es todo el grupo el que debe tener
acceso a ellos.
Una forma de hacerlo
es mediante la Economía
de Fichas.
Hay otros tipos
de reforzadores que también podemos utilizar en la escuela (dependiendo del
perfil de los alumnos) como son el negociar un aumento extra de la nota,
disponer de más tiempo en ciertas actividades de su interés, etc.
El “parte
positivo” puede ser también un buen reforzador. Se trata de una comunicación
escrita del maestro y/o educador dirigida normalmente a la dirección de la
escuela y en la que se explican conductas positivas llevadas a cabo por un niño
o grupo. Estas comunicacciones pueden también, a criterio de cada colegio,
comportar algún tipo de beneficio extra para los alumnos que los obtengan.
De todas formas,
debemos tener muy claro que un reforzador lo es en función de que motiva a la
persona o grupo que lo recibe a modificar su conducta en el sentido deseado.
Existe también
el denominado reforzador negativo. Se trata de cualquier estímulo cuya
eliminación después de una respuesta aumenta la probabilidad de esa respuesta.
Normalmente se trata de un estímulo aversivo o no deseado que no se presenta si
se produce la respuesta adecuada. Por ejemplo, si un niño ha provocado una
pelea puede escapar de un castigo más severo si muestra arrepentimiento y pide
perdón.
Podemos también
pedir a un niño que ha insultado en clase a su maestro que le pida perdón
delante de todos para evitar un expediente sancionador.
En general,
siempre es más aconsejable la utilización del reforzador positivo que el
negativo ya que este último implica la inclusión de elementos aversivos, sin
embargo, muchas veces es necesaria su utilización para el control de conductas
disruptivas en el aula.
No siempre los
reforzadores positivos o negativos están controlados por la voluntad de las
figuras educativas o parentales. Hay situaciones en la que se pueden presentar
reforzadores positivos no controlados y que pueden mantener las conductas
desadaptadas. Es el caso de ciertos niños que con sus conductas logran ser el
centro de atención de los demás. El sentirse protagonista, aunque sea de forma
no adecuada, puede tener cierta capacidad de reforzamiento para ese niño que no
puede lograrlo por otros medios. Una forma de actuar en estos casos es mediante
la técnica de la Retirada
de Atención que se expone más adelante.
5-
Procedimientos para disminuir la conducta
A) La Extinción
La extinción es
probablemente el método operante más utilizado para disminuir la conducta.
El procedimiento
pasa, en primer lugar, por averiguar qué es lo que está reforzando a la
conducta objetivo y luego eliminar ese reforzador.
Muchos pueden
ser los motivos (reforzadores) que pueden incitar y mantener las conductas
disruptivas. Así el niño puede obtener algunos privilegios como no hacer alguna
tarea, ser el protagonista del grupo en ese momento (aunque sea de forma
desadaptada), reafirmar su liderazgo, etc.
En ocasiones, la
conducta no deseable puede ser muy persistente aunque el reforzador que la
mantiene puede ocurrir de forma tan infrecuente que es difícil de descubrirlo.
Sea como fuere
si identificamos qué es lo que realmente mantiene la conducta podremos
controlarla mejor.
Las técnicas
basadas en la extinción además de disminuir la conducta suele tener varios
efectos importantes que debemos conocer:
1-La conducta que
está sometida a extinción puede aumentar en intensidad, frecuencia y duración
(las rabietas pueden hacerse más violentas, frecuentes y duraderas) al inicio.
2-La extinción
puede provocar conducta emocional (llorar, conducta destructiva, etc.)
3-La conducta
objetivo, una vez extinguida y que ya no es reforzada puede, ocasionalmente,
volver a ocurrir.
Veamos una
aplicación práctica de la extinción:
La Retirada de Atención
Esta técnica
supone una aplicación del principio de extinción, en especial para aquellas
conductas que se manifiestan con desobediencia, desafío o también (en niños más
pequeños) con rabietas, pataletas, lloros, etc. pero sin llegar a ser
manifestaciones excesivamente agresivas.
Por ejemplo, un
niño pequeño que está acostumbrado a ser el protagonista (todos los adultos le
prestan atención) cuando efectúa una rabieta, es muy probable que si se le deja
de prestar atención (salvo caso de fuerza mayor) y su escenificación pasa por
no tener espectadores, dicha conducta tienda a reducirse o a desaparecer.
Muchos niños en
clase pueden desarrollar recursos desadaptados para llamar la atención del
maestro/a. En caso de conseguirla éste quedará muy reforzado.
Es posible que
se trate de niños con carencias afectivas y que demanden mayor atención sin
saber manifestarlo de otra forma. La mejor solución es obviar las conductas no
deseadas (dentro de lo posible) con la retirada de atención para ir dándosela a
medida que la conducta vaya mejorando.
La idea no es
transmitirle: "Como te portas mal no me interesas”, sino: "Si haces
las cosas correctamente puedo estar más contigo.".
Este tipo de
actuaciones puede tardar un tiempo en surtir efecto y suelen cursar, en un primer
momento, con el aumento de la conducta que queremos controlar. No obstante,
ello significa que vamos por el buen camino siempre y cuando seamos capaces de
prestar atención debida a las conductas deseadas.
Hay situaciones
en las que la retirada de atención, tal como se ha planteado, no puede ser
aplicable dado que van acompañadas de conductas más subidas de tono como
lanzamientos de objetos o deambulación por el aula. En ese caso deberán
complementarse con otras medidas como el tiempo fuera, elcastigo y,
evidentemente, las medidas disciplinarias y/o correctoras establecidas en el
centro educativo.
De todas formas,
en general, el mantener la compostura durante un incidente, sin prestar
atención a las conductas disruptivas (salvo necesidad de contención o riesgo
para terceros), emplear un tono de voz calmado pero firme, sin estridencias, es
una buen método para ayudar a su extinción (el niño no encuentra respuesta
emocional en el adulto en base a su conducta).
B) El Castigo
Probablemente el
castigo es uno de los métodos tradicionales que antes asoman en la mente de
personas que tienen ante sí la necesidad de reducir o eliminar conductas en
niños. Se trata de un método controvertido que tiene defensores y detractores
pero que, sin duda, debería estar en la cola de las diferentes posibilidades de
respuesta ante conductas disruptivas. A pesar de ello, parece haber algunas
situaciones en las que tiene que recurrirse al castigo, ya que otros
procedimientos no funcionarán con la suficiente rapidez. Es el caso de
conductas que cursan con violencia, agresividad verbal o física hacia otros
compañeros o maestros. En estos casos necesitamos de procedimientos inmediatos
y contundentes.
En general, hay
dos clases de castigo:
1º/ La
presentación de un estímulo aversivo contingente a la mala conducta.
Justo después de
producirse la conducta disruptiva se introduce el estímulo aversivo. Éste puede
tomar diferentes formas y adaptarse a diferentes colectivos. Por ejemplo, en
niños autistas que presentaban graves episodios auto-lesivos se ha llegado a
utilizar una pequeña descarga eléctrica inocua pero dolorosa como estímulo
aversivo contingente a la conducta auto-lesiva para erradicarla. En situaciones
más habituales cualquier reprimenda verbal o los azotes que antiguamente
abundaban pueden también considerarse elementos que el niño vive de forma
desagradable y que si se aplican después de la conducta en cuestión tienden a
reducir su frecuencia.
Evidentemente no
podemos aconsejar el uso del castigo físico, si bien, debemos estar
especialmente atentos, cuando vayamos a responder con el castigo a una conducta
no deseada, de encontrar aquello que para el niño es realmente desagradable.
No resulta
cómodo para el niño tener que ir al despacho del director o recibir lo que se
denomina “parte negativo”, es decir, una comunicación por escrito a sus padres
de su mal comportamiento en la escuela y la posibilidad de apertura de un
expediente disciplinario. Ello puede comportarle otras consecuencias no
deseadas.
Cada niño tiene
sus debilidades al respecto y el castigo será más efectivo cuanto más doloroso
sea para el niño las perdidas que le produzca.
2º/ La retirada
de un reforzador positivo contingente a la mala conducta.
Consiste en que
el niño pierde un reforzador positivo tras la emisión de la conducta disruptiva.
Existen dos formas generales para la supresión del reforzador positivo:
1º- Tiempo Fuera
2º- Coste de la Respuesta
Tiempo fuera y
Coste de la respuesta
Tiempo Fuera:
Esta técnica
supone una retirada física del niño a un lugar que esté exento de cualquier
tipo de reforzador.
Cuando un
maestro expulsa del aula a un alumno o lo ubica en un lugar de la clase
separado de sus compañeros está utilizando esta técnica. En los casos de niños
con trastornos más severos en centros de internamiento puede producirse su
aislamiento temporal en habitaciones habilitadas al respecto.
Lo que se
intenta con este modo de proceder es retirar al niño a un espacio poco
interesante y alejado de otras actividades. Lo ideal sería que fuera un lugar
en el que el niño no tuviera ningún otro tipo de posibilidad que no fuera
aburrirse soberanamente. Se trata de aislarlo de posibles refuerzos positivos
(hablar con sus compañeros, dejar de hacer alguna actividad interesante,
etc...).
Hay algunas
discrepancias entre diferentes especialistas de la conducta acerca de cual debe
ser el tiempo máximo del aislamiento del niño. Es evidente que ello dependerá,
entre otros, de la gravedad y tipo de conducta castigada, la edad del niño y
posible trastorno que padezca. No es lo mismo corregir mediante estas técnicas
las rabietas de un niño autista que las de un niño sin trastorno pero
desobediente.
En general, para
niños del espectro autista o niños pequeños (hasta 5/6 años de edad) los
tiempos de aislamiento son menores y se situarían alrededor de 5 o 6 minutos
máximo y en los que se fija el criterio de que, al menos, durante los últimos
30-60 segundos deberá permanecer tranquilo (en caso de que se castigue una
rabieta).
En niños de
escuela ordinaria, sin trastornos clínicos, el tiempo fuera o expulsión puede
alargarse a criterio del maestro según circunstancias y teniendo en cuenta que:
1º- Hay que
asegurarse que el niño no reciba ninguna atención o refuerzo durante el tiempo
fuera (hablar con otros compañeros, observar alguna actividad que pudiera
entretenerle, tener a mano algún objeto de distracción: teléfono móvil,
etc...). Debemos asegurarnos de que el niño “se aburre” durante ese tiempo.
2º- Para algunos
niños, el estar fuera de clase puede ser altamente motivante si con ello pueden
eludir ciertas materias o actividades que no son de su agrado. Si este es el
caso hay que buscar otros recursos.
3º- Cualquier
separación del alumno de la clase y de sus compañeros supone la perdida
temporal de posibilidades de aprendizaje y, por tanto, debe valorarse la
frecuencia de su uso y el tiempo de aislamiento. Tiempos excesivamente largos
suelen ser contraproducentes. Por lo general, no se recomienda más de 15/20
minutos para niños en escuela ordinaria.
Coste de la Respuesta:
Cuando se
producen conductas disruptivas en clase, éstas deben generar consecuencias para
el autor o autores de los hechos. Podemos discutir acerca del tipo de
actuaciones más idóneas pero nunca pasar los hechos por alto si no queremos
perpetuarlos.
Una forma de
introducir consecuencias negativas ante una conducta no deseada es el llamado Coste
de la Respuesta. El
principio es simple: Contingentemente a la aparición de la conducta se aplica
una consecuencia inmediata (la conducta va a tener un coste para el niño).
A diferencia del
castigo, aquí no introducimos un estímulo aversivo sino que retiramos total o
parcialmente un reforzador. La consecuencia para el niño que efectúa la
conducta es la pérdida de algo positivo y que ahora ya no está disponible.
Por ejemplo para
un niño puede resultar muy desagradable quedarse sin patio durante unos días,
no poder jugar a fútbol con su equipo del colegio o perderse la clase de
informática para repasar matemáticas
Una conocida
técnica con la que también puede aplicarse el coste de la respuesta es la Economía de Fichas, donde
al niño se le retiran algunos puntos o fichas que son intercambiables por
reforzadores naturales (golosinas, juguetes, etc...).
Pautas generales
y consideraciones para la aplicación del castigo:
1º- En general
es preferible el castigo que supone la pérdida de un reforzador positivo que el
castigo que introduce estímulos aversivos. Este último debería limitarse a los
casos más graves y persistentes.
2º- El castigo
sólo se puede utilizar para suprimir la conducta, es decir, para indicarle
aquello que no tiene que hacer, pero no introduce explícitamente una enseñanza
acerca de lo que sí se tiene que hacer. Por tanto, es importante que el castigo
se utilice conjuntamente con el refuerzo positivo para indicar al niño el
camino correcto.
3º- Otro de los
problemas que presenta el castigo es que convierta en aversiva no tan sólo la
conducta castigada sino la situación. Es decir, un niño castigado
reiteradamente por una determinada conducta puede finalmente desarrollar una
aversión hacia la propia escuela, aula o actividad.
4º- Todo castigo
implica consecuencias emocionales para quien lo sufre. En algunos niños
especialmente sensibles o con antecedentes de malos tratos o carencias
afectivas pueden generar una exaltación de las conductas a combatir.
6- Variantes
técnicas operantes: Sobrecorrección
Este
procedimiento fue desarrollado inicialmente por Foxx y Azrin en 1.973. Su
objetivo era encontrar una alternativa al castigo físico para reducir conductas
agresivas, perjudiciales e inapropiadas en las personas con problemas de
desarrollo. Una de las virtudes que se le atribuyen es que minimiza las
propiedades negativas que conlleva el castigo.
La técnica es
simple en su aplicación. Se trata de que el niño, tras efectuar la conducta
disruptiva, no tan sólo tenga que reponer los elementos dañados o rotos sino
efectuar un trabajo complementario. El niño deberá corregir más componentes de
los que fueron perturbados por la conducta inapropiada.
Por ejemplo, un
niño que deliberadamente ha lanzado un objeto en clase puede quedarse en clase
a la hora del patio, recoger el objeto u objetos lanzados y además barrer toda
la clase.
Otro alumno que
ha lanzado comida (pan, agua u otros) en el comedor puede quedarse después de
comer a limpiar no tan sólo lo que haya podido ensuciar sino todas las mesas
del comedor.
Se trata pues de
presentar contingentemente a una conducta disruptiva una consecuencia
desagradable para el niño con un coste superior al inicialmente producido. Con
ello el niño debería adquirir la noción de que este tipo de conductas puede
acarrearle un alto coste.
En ocasiones, se
introduce en la sobrecorrección un segundo componente denominado Práctica
Positiva. Se trata de efectuar muchas repeticiones de una conducta alternativa
deseable que compita con la conducta inapropiada
Por ejemplo, el
niño que se dedica a efectuar pintadas en la fachada de la escuela podría someterse
a un determinado plan de dibujo sobre papel.
Al que rompa
libros se le puede asignar la lectura obligada de algunos de ellos.
El niño que
suele insultar se le puede concretar un plan para que pida perdón a todas las
personas presentes.
Pautas generales
y consideraciones para la aplicación de la Sobrecorrección
1- Debe
relacionarse la conducta reparadora con la conducta incorrecta. Si un alumno ha
estado rompiendo libros se le enseñará a pegarlos y arreglarlos. Si ha lanzado
objetos al suelo tendrá que recoger todos los objetos del suelo, etc...
2- La corrección
de la conducta debe llevarse a cabo inmediatamente después del episodio
disruptivo.
3- La aplicación
de la sobrecorrección debe llevar asociado la retirada total de cualquier tipo
de reforzador (no hay que dar explicaciones, no debe de recibir atención o
ayuda de sus compañeros, no puede efectuar otras conductas: comer, hablar,
etc...).
4- La
sobrecorrección no debe plantearse como un juego y es sólo el niño que ha
presentado el episodio quien debe sufrir las consecuencias de la reparación del
entorno.
5- Un problema
con el que podemos encontrarnos es la negación por parte del niño de efectuar
la sobrecorrección. En este caso deberá valorarse la estrategia a seguir según
el caso.
Algunos autores
(Ivar Lovaas “The Me Book” [2.414 KB] ) defiende la necesidad de insistir en
que el niño efectúe la conducta propuesta incluso ayudándonos de la fuerza
cuando se trate de individuos con trastornos severos del desarrollo (autismo,
t.g.d., etc...). No obstante, no parece adecuado en el resto de los ámbitos
educativos. Una de las soluciones que proponemos es marcar unas consecuencias
más severas (expediente disciplinario, expulsión temporal, etc...) para que el
niño tenga la posibilidad de escapar de ellas (refuerzo negativo) mediante la
ejecución de la sobrecorrección señalada.
6- La
sobrecorrección puede necesitar un tiempo extenso (hasta 20 minutos o más).
Cuanto más tiempo dure mejor pueden ser sus efectos. Sin embargo, las
limitaciones de recursos humanos y de tiempo pueden hacerla inviable en muchas
ocasiones como técnica en un aula ordinaria.
7- Ventajas e
inconvenientes técnicas operantes
Ventajas:
1- Sin duda, las
más importantes son la posibilidad de aplicarlas inmediatamente para dar
respuesta a conductas indeseadas o disruptivas. Son técnicas basadas en el aquí
y ahora sin entrar en especulaciones acerca de los posibles orígenes de las
mismas. Ello las hace especialmente interesantes para ser utilizadas en
entornos institucionalizados (escuelas, centros de educación o asistenciales,
talleres ocupacionales, etc...)
El centro de
atención se dirige hacia la conducta como elemento objetivo de cuantificación y
susceptible de modificación.
2- Cuentan
además con un amplio soporte experimental avalado por multitud de estudios en
terreno de la Psicología
del Aprendizaje y, en especial, de los derivados del Condicionamiento Operante
(Paulov) y el Instrumental u Operante (Skinner).
3- Se pueden
aplicar individualmente o en grupo. Es decir, podemos trabajar sobre toda una
clase o sobre un niño.
4- Son
especialmente utilizados en el terreno del Retraso Mental, Autismo, T.G.D,
Síndromes Genéticos y la
Esquizofrenia, entre otros, para la instauración de hábitos y
minimización conductas indeseadas. Aunque los métodos operantes no pueden
modificar estos factores biológicos, sí que pueden mejorar sus efectos debido a
la interacción que existe entre la biología y el ambiente con respecto a la
conducta.
Inconvenientes:
1-La crítica más
frecuente hace referencia a que los modelos operantes ignoran o no conceden
suficiente importancia a los aspectos subjetivos de los humanos en general, y a
la propia identidad personal de cada individuo, en particular, limitándose a
estudiar la conducta externa.
2-Otra crítica
hace referencia a que el modelo operante y/o conductual sólo es aplicable o
válido para solucionar problemas relativamente simples y restringidos a ciertas
manifestaciones de la conducta.
3-Finalmente,
señalar la crítica centrada en la aplicabilidad de muchos de los principios del
modelo conductual, derivados de investigaciones en laboratorio con animales a
la explicación y modificación de conducta humana. A este respecto, hoy en día,
no existe ninguna duda, que la modificación de conducta ha dotado a la Psicología Clínica
de valiosos instrumentos de intervención aplicada que son realmente útiles en
diferentes ámbitos si no los únicos que nos pueden ser realmente útiles en el
día a día de muchos trastornos.
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